miércoles, 20 de septiembre de 2017


PUEBLO – CABA

Parto de la base que no es el PUEBLO o la CIUDAD quienes me van a dar una mejor calidad de vida o donde sea más o menos feliz: está en mi aptitud para aceptar o adaptarme a las ventajas o dificultades que cada una me ofrece. Y eso depende de mí.

No fue una decisión personal, las circunstancias me obligaron a venirme a la ciudad de Buenos Aires. Con lo cual mi mecanismo de defensa me llevó a descubrir lo bueno que tiene ella.

Siempre escuché acerca de la sobrevaloración de “la calidad de vida” que ofrece el campo. Probablemente el final de mi gestión como administrador de la propiedad familiar no fue la mejor, complicaciones financieras me absorbían la mayor parte del tiempo y de mi mente, desplazando lo que siempre me gustó y hacía muy bien, que era hacer producir la tierra. Reconozco que fui mejor ingeniero productivista que administrador económico.

Soy miembro de una familia muy numerosa, en pleno proceso de transición de su conducción unipersonal, mi padre en la figura de su socio, a una Empresa Familiar con su Directorio y una mayor participación de los miembros de la familia. Mi poca preparación en el trabajo en equipo al igual que la de mis socios, y las dificultades para aceptar opiniones diferentes a las propias, me llevaron a una gran sobreexposición sintiéndome presionado por la misma. Mi situación matrimonial tampoco pasaba por un buen momento, agravada por el hecho que siete de mis nueve hijos en esos años se habían ido a estudiar o trabajar a Buenos Aires. Para complicar más aun las circunstancias por las que atravesaba mi vida, a principios del dos mil tres un robo me llevó a tener que liquidar una pequeña empresa de servicios agropecuarios que con gran esfuerzo estaba montando.

Todo esto hizo que mi salida del sector agropecuario y mi inserción en la vida porteña, fueran mas una solución que una situación demasiado traumática y a pesar de mis 56 años me pude adaptar muy bien.

Descubrí y agradezco de mi nueva vida: el anonimato, el trabajo diario con horarios, los fines de semana todos para mí, las vacaciones, el cortar con las preocupaciones y responsabilidades laborales al salir de la oficina, los conciertos, los buenos restaurantes, la actividad física que me prepara para llevar a cabo lindos desafíos y principalmente mis hijos y nietos que, aunque los veo menos, los disfruto mucho más.


Gracias al anonimato fui descubriendo y viviendo esta ansiada LIBERTAD. Me voy despreocupando del supuesto juicio de los demás; digo supuesto ya que hoy percibo que era más un prejuicio mío que una actitud de los demás hacia mí.