martes, 22 de diciembre de 2015

PAPA FRANCISCO


Del santo Evangelio según san Lucas 1, 46-56

Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso, desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia como había anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos."

María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.


Meditación del Papa Francisco

Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras.

Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un “sí” pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo.

“Visitar” comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.


La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 23 de enero de 2015).

domingo, 20 de diciembre de 2015


PAPA FRANCISCO

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.

¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Meditación del Papa Francisco

Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel.    Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera “escuela” de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre.


Después de llegar al mundo, permanecemos en un “seno”, que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el “lugar donde se aprende a convivir en la diferencia”: diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida.  (Mensaje de S.S. Francisco, 23 de enero de 2015).

martes, 24 de noviembre de 2015


Secretos de una hazaña


El hombre de la hazaña cambió su destino el día en que descubrió el engaño de su padre. Franco Macri, un italiano de elogio parco, había preparado con detalle y rigor a Mauricio para comandar su holding, y finalmente había anunciado a toda la familia su retiro. Franco quería dedicarse por fin a la vida y al descanso, luego de décadas de intensa brega. Le organizaron una larga y afectuosa despedida, y el grupo se aprestó a recibir las órdenes del heredero.
Pero a poco de andar, Mauricio comenzó a notar que sus ideas por una u otra razón se desbarataban y que a veces sus directivas eran desoídas en los distintos niveles. Contrariado por ese misterio, inició una investigación. En el extremo final de esa madeja se encontró con la mano invisible que seguía gobernando las compañías: su padre había engañado a todos, sencillamente porque se había engañado a sí mismo; en realidad, no podía ni quería retirarse.
Nadie se retira de su obra ni de sus sueños. Fue entonces cuando Mauricio Macri entendió que no debía suceder al patriarca ni jugar su juego. Comprendió que debía partir y abrirse camino solo y muy lejos de aquella larga sombra rectora.
La consecuencia de ese empeño personal fue la conquista de Boca Juniors, que gerenció con éxito, para sorpresa de propios y extraños. Carlos Menem se percató de que aquel joven dirigente de fútbol podía ejercer el liderazgo político y creyó percibir en él un distinguido toque popular. Lo llamó y le dijo que podía convertirse en el nuevo conductor del peronismo: le proponía una carrera, tal vez una instrucción, quizás una tutela.
Pero Mauricio no creía en tutelas, en empresas de otros ni en fuerzas tradicionales: declinó la propuesta y siguió por su cuenta y riesgo. Su partido nace de las hogueras de 2001, cuando se instala en la Argentina la certeza de que todos, absolutamente todos habían fracasado. Esa formación es integrada, en primer lugar, por no-políticos, por tecnócratas sin ideología y también por peronistas desencantados. Desde sus inicios, Néstor Kirchner detectó en Mauricio Macri un antagonista peligroso. Hay que reconocerle fino olfato al marido de Cristina, puesto que el resto de la clase política tendía entonces a subestimar fuertemente al ingeniero. Néstor mandó a hostigarlo día y noche sin piedad. Eran las remotas épocas de la transversalidad y el ex presidente soñaba con colocar al kirchnerismo en la centroizquierda del tablero.
Necesitaba, para su malogrado propósito, instalar enfrente a un Aznar de bajas calorías, un centroderechista de referencia pero con partido vecinal, el enemigo deseado, un mero sparring para el campeón. Pero había que vigilarlo de cerca, no fuera que el pibe creciera y les pegara un buen susto.
Macri se entrevistaba con todo el arco y trataba de aprender el oficio, pero caía a veces en la tentación de transformarse en lo que Néstor pretendía. Aunque de vez en cuando emitía mensajes de simple profesionalismo gestionario, de desprejuicio total y de insólitos desmarques: era mucho más liberal que conservador, confraternizaba con peronistas y con progres, y coincidía punto por punto con la defensa republicana de los radicales. Alguna vez señalé en este diario que si Pro no se inscribía en una tradición, por default siempre sería la reencarnación de Álvaro Alsogaray. Un jovencísimo Marcos Peña me vino a ver al café Roma: estuvo discutiendo conmigo una hora y media sobre la imposibilidad de adoptar tradición alguna y sobre la importancia de fundar algo completamente nuevo. Sin mentores, ni liturgias, ni pasado. No me convenció, aunque me hizo sentir un poco viejo.
La conversación siguió en la oficina de Jaime Durán Barba: el gurú aceptaba únicamente la chance de que Mauricio reivindicara a Arturo Frondizi, brillante estadista fallido e ídolo máximo del ingeniero. Puertas adentro, Pro gozaba con su carácter incómodo e inclasificable. Un partido del siglo XXI que construía de abajo hacia arriba, que resistía las categorizaciones clásicas y que, por lo tanto, los veteranos no alcanzábamos a decodificar.
Cuando ganó las elecciones de 2011, la Presidenta lo llamó por teléfono a Mauricio y le dijo: "Te felicito, ahora quedamos vos y yo". Scioli no entraba en su horizonte. Menem, Néstor y Cristina: los tres líderes peronistas vislumbraron que ese advenedizo venía para quedarse y que estaba para las grandes ligas.
La chavización que operó la patrona de Balcarce 50 empujó luego a Macri hacia el radicalismo y hacia el peronismo disidente, colectivos en los que encontró interlocutores y coincidencias. Nunca se sintió parte de una lucha entre peronistas y antiperonistas, ni entre progresistas y neoliberales. Siempre pensó, al igual que Laclau y Sebreli, que la disyuntiva del momento era populismo o república. La construcción del Frente Cambiemos obedece a esas coordenadas candentes.
Pro se atrevió, durante esta década, a disputar con el peronismo los segmentos más carenciados del país, y esto resultó toda una novedad. Se equivocan quienes afirman que el triunfo de Macri despertó la alegría de los más pudientes y las lágrimas de los más postergados. Eso hubiera sido muy conveniente para el folklore justicialista, donde está grabada para siempre la famosa anécdota de Ernesto Sabato en 1955, cuando los doctores celebraban la caída de Perón y las modestas empleadas lloraban en la cocina. Nada de eso ocurrió esta vez: María Eugenia Vidal destronó a la corporación del conurbano al captar el voto de los pobres.
Durante la feroz campaña del miedo que instrumentó la Casa Rosada en las últimas dos semanas, pudo constatarse que en muchos hogares de clase media alta y decididamente alta los jóvenes empleados del Estado o estudiantes universitarios se plegaban al antimacrismo, mientras las mujeres dedicadas a la limpieza (todas habitantes del conurbano profundo) no sólo votaban por Macri, sino que colocaban su triunfo en la cadena de oraciones de sus parroquias. No se puede llegar a la Presidencia de la Nación sin el voto de los más humildes en un país que tiene 14 millones de personas bajo la línea de la pobreza.
Los kirchneristas se equivocaron al no combatir al verdadero Macri, sino a la caricatura fantasmal que ellos mismos habían inventado: lo acusaban de hablarles a los ricos (cuando lo oían también los pobres), de defender la dictadura (cuando jamás tuvo nada que ver con ella) y de ser un privatizador serial (cuando en la ciudad llevó a cabo una política de Estado presente). También se equivocó el Gobierno al decir que era el candidato del establishment: varios miembros del "círculo rojo" quisieron presentarle su pliego de condiciones y Macri, sin complejos y porque los conoce de sobra, los sacó carpiendo. Scioli, en cambio, les otorgaba de antemano todo lo que le pedían. Vaya paradoja.
El triunfo de anteayer es en cierta medida revolucionario: demuestra que un argentino puede crear de cero un partido político, ganar un bastión importante, gestionarlo contra viento y marea, articular desde allí una alianza nacional y quedarse con el premio mayor. Nadie lo había logrado. Mauricio Macri deberá probar ahora que es capaz también de robustecer la gobernabilidad, administrar generosamente la coalición, negociar las políticas de Estado, restaurar las instituciones, desarmar la bomba económica sin que los carenciados sufran. Y eludir las conjuras destituyentes que siempre acechan a los mandatarios no peronistas.
No bastará, para semejante desafío, con su épica personal ni con su partido inclasificable. El ingeniero construyó pieza por pieza un prototipo, que funcionó a escala local. Necesitaremos verlo evolucionar en las pistas del gran escenario para saber si levanta vuelo. Habrá que vigilarlo de cerca y criticarlo sin empachos si se equivoca, dado que en sus manos quedó la chance de una alternancia, la renovación peronista y la recreación del sistema de partidos políticos.

Lo que hay en juego es mucho más que la epopeya de un hijo desafiando el ardid de su padre. El partido único de poder, momentáneamente derrotado, espera un error para volver y quedarse para siempre.

martes, 15 de septiembre de 2015


PAPA FRANCISCO

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar del castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro de que no saldrás de ahí hasta que hayas pagado el último centavo".

Meditación del Papa Francisco

A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?


Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien”. Y también: “¡No nos cansemos de hacer el bien!”. Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: “Señor yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella”. Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!  (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 100-101).

domingo, 9 de agosto de 2015


La intimidad, un bien escaso
 Por Sergio Sinay   Para LA NACION

Aunque no lo parezca, pasaron treinta años desde aquel aviso en el que una multitud de seres grises y adustos ingresaba a una enorme sala para escuchar ante una pantalla gigantesca la prédica vehemente de quien encarnaba al Gran Hermano que George Orwell había imaginado en 1984, esa novela cada vez menos distópica y más real. En el aviso, esos cuasi autómatas eran liberados por una mujer que huía de los guardianes, rompía la pantalla y anunciaba que desde el 24 de enero de aquel año (precisamente 1984) Apple presentaría Macintosh y, con ese producto, la liberación. El temido 1984 (que, jugando con los números, Orwell describió en 1948) no sería un tiempo de esclavitud mental, de seres vigilados y espiados continuamente, encerrados en un estrecho circuito que no iba más allá de trabajos monótonos, de hogares austeros repletos de artefactos de control (micrófonos, pantallas) y de anuncios según los cuales habría que atravesar aún tiempos duros antes de ver la luz. Se anunciaba que una nueva tecnología venía a liberarnos.

Casi treinta años después, en junio de 2013, Edward Snowden, un ex informante de la CIA y de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos) denunciaba la existencia de un plan de vigilancia masiva en el orden mundial, a cargo de aquellos organismos, por el cual ni el más anónimo habitante del planeta estaba a salvo de ser espiado aun en su más secreta intimidad. En su libro Psicopolítica, el filósofo alemán de origen coreano Byung Chul-Han (agudo estudioso de los fenómenos sociales y culturales contemporáneos, autor también de La sociedad del cansancio y La sociedad de la transparencia, entre otros) sostiene que aquel despótico Big Brother de Orwell ya no es necesario y ha sido suplantado por otro, amable, omnipresente y sin rostro. En una sociedad en que la intimidad pierde terreno hasta desaparecer, en que las personas necesitan exteriorizar en todo momento hasta sus más nimios e intrascendentes actos (dónde están comiendo, con quién están, qué se hallan comprando, por dónde caminan, etcétera), hay lo que él llama una vigilancia sin vigilancia. Todos controlan a todos y todos se someten al control de todos. Basta con mantenerse conectado las 24 horas y asomarse incesantemente a las redes sociales. Sobra incluso la monumental maquinación denunciada por Snowden (hoy paradójicamente refugiado en Rusia, una sociedad de control sin maquillaje).
Es el riesgo de ponerse al servicio de las tecnologías conectivas en lugar de mantenerlas en un estatus de herramientas para ser usadas puntual y específicamente para ciertas tareas, mientras se sostiene la esencial comunicación real, artesanal, en la que personas con identidades, emociones y experiencias intransferibles confluyen en espacios de encuentro reales y no virtuales. La exterioridad permanente, que convierte a los individuos en controladores controlados, elimina una necesidad humana que remarcaba la filósofa Hanna Arendt: la necesidad de solitud. Arendt diferenciaba esto de la soledad (que muchas veces es un estado padecido, no deseado). La solitud, decía, es un retiro voluntario, consciente, que nos permite el diálogo interior, el reencuentro con la propia intimidad (que es más que simple privacidad), nos estimula a contemplar en perspectiva el mundo y sus acontecimientos y a desarrollar en él una presencia propia. Setenta años después de Orwell y treinta más tarde del aviso de Apple, la intimidad sigue siendo un bien escaso y en peligro, que es necesario recuperar y resguardar porque sólo desde ella podemos ir al verdadero encuentro del otro como seres reales y encarnados, y no como fantasmas virtuales.


lunes, 13 de julio de 2015


Si vale todo, nada vale

Por Sergio Sinay   Para LA NACION

En la noche del 16 de junio último, día de descanso durante la disputa de la reciente Copa América, Arturo Vidal, jugador de la selección chilena de fútbol, fue a un casino, se emborrachó y, en la madrugada, estrelló su Ferrari a 160 kilómetros por hora. Salió increíblemente ileso, pero su esposa, que lo acompañaba, sufrió una fractura. Vidal era reincidente (sin llegar al choque, algo parecido había hecho en la Copa de 2011), y la afición chilena se dividió entre quienes esperaban una sanción terminante y quienes optaban por el perdón en nombre del objetivo de ganar el torneo (la propia presidenta Michelle Bachelet se sumó a esta postura). Finalmente el director técnico Jorge Sampaoli decretó la absolución. No es para tanto, dijo. Y señaló que Vidal era un jugador muy valioso para el objetivo final.

En los últimos tiempos el fútbol no deja de disparar temas morales. En este caso lleva a una vieja cuestión nunca zanjada del todo: la del fin y los medios. A la luz de lo ocurrido, el objetivo deportivo (que terminó siendo, como suele ocurrir, casi una cuestión nacional que la política atizó en lugar de atemperar) justificó el hecho de que Vidal hubiese puesto en riesgo varias vidas. La propia, la de su esposa y también la de terceros que podrían haber sido víctimas de su doble inconsciencia (física y ética). Triple responsabilidad. Acaso sin saberlo, al perdonarlo Sampaoli adhirió a la corriente filosófica llamada consecuencialismo, para la cual las acciones se juzgan por sus resultados y el fin justifica los medios. Si nadie muere, sigamos adelante y ganemos la copa. León Trotsky (uno de los cerebros de la revolución bolchevique de 1917, luego defenestrado por Stalin) decía crudamente que "el fin justifica los medios cuando algo justifica el fin". Sampaoli resultó trotskista, al menos en este aspecto. Vaya sorpresa.

Tanto el consecuencialismo como el relativismo (ideología según la cual todo es según como se mire) dificultan la posibilidad de establecer acuerdos morales y convivir en línea con ellos. Ya no se trata de hacer lo que se debe, sino de actuar según a cada cual le parezca. El filósofo Allen Bloom (1930-1992), autor de The Closing of the American Mind, obra que atacaba duramente el empobrecimiento de la cultura estadounidense, dijo que el relativismo moral, al imponerse en las sociedades contemporáneas, acabó con el motivo real de la educación: la búsqueda de una vida buena. Es decir, una vida basada en la armonía personal dentro de una armonía colectiva. Algo posible cuando existe un contrato moral básico por el que se acuerda qué es bueno y es malo, qué está bien y qué está mal.


No es lo mismo pegar para enseñar que enseñar con paciencia, respeto y amor. No es lo mismo robar pero hacer (suponiendo que esto fuera posible) que hacer sin robar. No es lo mismo invocar a Dios para matar en su nombre o para amar en su nombre. En su libro Relativismo moral, el profesor de la Universidad de Nueva York Steven Lukes define esta corriente como "la idea de que la autoridad de las normas morales es relativa al tiempo y al lugar". Agrega que tales normas son necesarias y útiles a la hora de actuar en el día a día. Son una brújula que orienta en los vínculos, el trabajo, la vida ciudadana. Alientan el apego a valores, dice; evitan el daño a los demás y fomentan el bienestar general. Y, en definitiva, apuntan al interés común antes que al propio. Ayudan a construir una sociedad sostenible y habitable en todos los planos. Cuando el fin justifica los medios, muchos medios se convierten en fines. Así, vale todo. En el fútbol, en la política, en los negocios, en todas partes. Y entonces nada vale.

jueves, 2 de julio de 2015



MI BÚSQUEDA DE LA VERDAD

Hay ocasiones en que no se que debo hacer y entonces, hasta ver mas claro, me pongo a escribir lo que siento mechando con ideas y reflexiones de otros que me ayudan a pensar. Tal vez a alguno les sirvan también.
Gran parte de mi vida seguí un mandato externo, respondía al deber ser y en cierta manera descargaba la responsabilidad de mis actos en otros, sean mis padres, mi familia, mis superiores, la Iglesia… muchas de mis decisiones obedecían mas a la aprobación de los demás que a una respuestas a mis convicciones personales.
Y aunque es cierto que Dios nos propone un camino para nuestra santificación nos da también la libertad para elegirlo o no. El Papa Francisco nos decía hace poco que no esperemos que siempre se nos diga que hacer o no y que confiemos mas en nuestra conciencia y ese es el real ejercicio de la libertad, discernir entre lo que debo o no y luego hacerme cargo de mis elecciones, sin buscar un culpable o responsable de mis decisiones y sus consecuencias.
Ante los conflictos hay dos actitudes extremas, según el Papa Francisco, por un lado la indiferencia o el hacerse los distraídos sin involucrarnos y por el otro lado la confrontación. Ninguna de las dos son actitudes positivas y el mismo nos indica que la única opción válida es el diálogo, diálogo y mas diálogo… el cual no significa discutir, sino sobre todo saber escuchar y comprender las distintas posturas y luego poder llegar a un punto de acuerdo que contemple el bien común mas que la conveniencia individual y personal, para ello no caigamos en el camino mas fácil de la decisión por la mayoría sino por el consenso en que todos sedemos algo, para ganar en el acuerdo.
Fui formado en la época de los absolutos, blanco o negro, verdadero o falsos, bueno o malo y de allí no hubo mas que un paso para caer en el relativismo que tanto nos marco y previno el Papa Benedicto XVI. Estas posturas extrema, a veces mucho mas fácil de abrazar tuvieron como consecuencia hacerme sentir dueño de la verdad y no buscar y seguir el camino de la Verdad. Es muy interesante la autobiografía de Gandhi, que tituló “Historia de mis experiencias con la verdad” en la que relata su vida como un camino en busca de la verdad. En la vida de Mandela y muchos otros se puede descubrir esa misma búsqueda. En ellos hay un denominador común que es la humildad.
Creo que el gran cambio está en el hecho de empezar a reconocernos en nuestras contradicciones, nuestras fortalezas y debilidades y mas que eso, en vez de obsesionarnos en querer erradicar lo que vemos de negativo, aceptarnos y querernos con humildad como somos, lo cual es muy distinto a resignarnos, que es una manera de abandonarse. Entendí que si Dios me quiere así como soy y me sigue tendiendo la mano y ayudando espera lo mismo de mí con los demás , quererlos y comprenderlos también con sus contradicciones, fortalezas y debilidades, virtudes y defectos. Esto me llevó a aprender a pedir perdón y perdonar, pero sobre todo a poder perdonarme a mi mismo que es lo que mas me cuesta, ya que implica reconocer primero que soy falible.
Cuando falleció el General Videla, genocida para algunos y Soldado de la Patria para otros, había encontrado esta reflexión que me pareció muy apropiada para la ocasión.  Hoy la sigo releyendo cuando tiendo a emitir un juicio sobre alguien o algún acontecimiento, y cuanto me ayuda…

Uno solo puede juzgar

De todo el mal que se comete en el mundo, somos, mas o menos directamente y en espíritu, sino en hechos, o cómplices o víctimas. Y es por ello que no podemos, no debemos juzgar, ya que, como cómplices, somos demasiado indulgentes, y como víctimas, demasiado severos. Mas aún, de todo ese mal, no somos nunca ni puramente cómplices ni puramente víctimas, pero siempre a la vez lo uno y lo otro. Una solidaridad misteriosa liga entre si los seres indisolublemente sufrientes y pecadores que somos.
Aún en el mal que hacemos, somos en parte víctimas; aún en el mal que padecemos, somos en parte cómplices. La víctima no es nunca totalmente inocente del crimen del culpable; el culpable no es nunca totalmente ajeno al padecer de la víctima. Existe el ser que sea puramente culpable?. No lo creo, el mal debería ser una substancia, un absoluto, una segunda causa primera como en el maniqueísmo. Pero existe un ser que es puramente víctima: Cristo. El solo puede juzgar – y perdona. Su perdón es infinito como su sufrimiento. La víctima absolutamente inocente no se venga, y sin embargo es a ella que el mal desgarra mas, ya que, no pudiendo compartir el pecado, atrae sobre ella todo el padecer.
Gustave Thibon

Gustave Thibon (+2001), filósofo francés, recibió el gran premio de filosofía de la Academia francesa en el 2000. Su encuentro con Simone Weil ha sido el acontecimiento que mas lo marcó en su vida. La hiso conocer al mundo publicando “La Pesanteur et la gràce”
Esto último lo traduje del francés así que perdonen si salió medio confuso. El resto son elucubraciones de distintos momentos, con lo cual es probable que no se vea muy claro adonde quiero ir... yo tampoco lo tengo muy claro. Mi vida es una búsqueda de la verdad...
------- x ------

“Cuando empezamos a captar que Dios nos ama con nuestras debilidades, con nuestras vulnerabilidades, con nuestras equivocaciones, podemos comenzar a aceptarlas como una parte inevitable de nuestra existencia. Podemos amar a los demás - con sus equivocaciones -  cuando cesamos de despreciarnos a nosotros mismos a causa de nuestras equivocaciones. Podemos comenzar a tener compasión por nosotros mismos y a comprender que aún nuestro pecado es nuestra manera de traducir en acto nuestro propio sufrimiento. Luego podemos comprender que el pecado de los demás es la manera que tienen de traducir en acto sus sufrimientos.
La mayor fuerza motivadora que exista en el mundo es el amor De Dios por nosotros y nuestro amor por los demás. Este amor y el bien que engendra triunfara siempre sobre el odio y el mal. Pero, para ser realmente partenaire de Dios en la transfiguración del mundo y contribuir al triunfo del amor sobre el odio, del bien sobre el mal, debes primero comprender que, tan fuerte como Dios te ama, ama igualmente a tus enemigos”.
En una biografía de Mandela se lo nombraba mucho a este Obispo (Anglicano) D.Tutu, premio Nobel de la paz el 1984 y ferviente luchador por la reconciliación luego del fin del apartheid. Después de leer ese párrafo voy a tratar de conseguir algún libro del mismo.
Me queda mucho mas claro ahora que ese largo camino de reconciliación con los demás, que en mi caso probablemente me lleve toda la vida, comienza por una reconciliación con uno mismo.