jueves, 18 de enero de 2018




ESCUCHAR EL SILENCIO (inconcluso)
reflexiones sobre el camino de Santiago

Desprenderme de lo no necesario, ir liviano con la mochila con solo lo imprescindible. DESPRENDIDO, con lo mínimo.

Superar la ansiedad por llegar y encontrar mi ritmo que me permita disfrutar cada momento.

Aprender  a ESCUCHAR y CONFIAR, en mí mismo y en los demás, me dejo llevar, supongo que eso es la LIBERTAD. Confío, luego elijo el camino correcto. Para poder escuchar me ayudó mucho el silencio, no solo el externo sino principalmente el interno, para lograrlo el tiempo en el camino (seis horas diarias) y el estar solo. El Camino me habla (frase de un ciclista que alcance!! En una pendiente pronunciada), DIOS es el que habla a través del camino, de los demás, de la naturaleza. Cada vez que surge un problema aparejada esta la solución. No hago reservas de albergues, cuando me canso paro y siempre encontré una cama.

La confianza logre adquirirla con una buena preparación pre viaje. Casi un año (julio de 2016), estudiando el itinerario por la web, charlas con gente que lo hiso, entrenamiento físico, chequeo médico, preparación del equipo a llevar. De todas maneras aunque me fui confiado no tenía muy claro POR QUE había elegido Santiago de Compostela pero sabía que Dios me haría ver el PARA QUE lo hacía.

Entre ir en grupo o solo opte por la opción de SOLO. No fue por egoísmo o comodidad. Pensé más bien que al no tener muy claro ni el objetivo ni los medios para alcanzarlo sería riesgoso comprometer a otro. Si me canso paro, lugar para uno siempre hay, si me enfermo y debo abandonar o parar unos días no hay problemas, si me quiero comer un pulpo a la gallega no debo consensuarlo con nadie.

Me preocupaba saber POR QUE quería hacer el Camino de Santiago y no otra cosa más accesible, después de preguntarle a varios antes de salir y a otros durante el camino las respuestas eran distintas para cada uno, desafío físico, búsqueda espiritual, viaje cultural, búsqueda personal, contacto con la naturaleza. Me fui consiente que mi plan de querer caminar 770 km en 32 días con 8 días de viaje y adaptación era algo exagerado, me quedaba grande. Salí abierto a descubrir el PARA QUE, a ver y escuchar, viviendo el momento y sin pensar mucho en el objetivo de llegar sino más bien de disfrutar el ESTAR en el camino, por eso planifique lo mínimo, no hice reservas para no atarme a kilometrajes diarios, estar más LIBRE.

LIBRE + SILENCIO + TIEMPO + LIVIANO = ESCUCHAR

Salí confiado en mis fuerzas y preparación. Pero siempre puede haber imprevistos que me pueden obligar a cambia. Me entregue al camino y me deje llevar. La mochila fue una gran lección, me enseñó a desprenderme y a llevar lo necesario.

Quince días antes de salir, Stephan nos dejó. Me estuvo acompañando y lo sentí muy presente y particularmente cuando me mando la holandesa…para que no me deje tentar por los Pinchos de Pamplona.

Al irme pensé que no volvería a verla a mama con sus 94 años y que me alcanzaría en algún lugar del camino, pero no, Dios me la presto un tiempito más.

Me fui solo pero estuve muy acompañado en el camino, además de los peregrinos, mama, Stephan, la familia y amigos a través del ws y fb a los que me conectaba en mis paradas técnicas frente a unos espectaculares sándwiches de jamón y jugo de naranja.

Entre febrero y marzo de 2017, camine 300 km en 60 horas y de ellos con la mochila de 7 kg 130 km.

Caminando fui descubriendo mis límites y los fui aceptando, cuando entrenaba buscaba hacer promedios, cumplir con los horarios, acumular km y horas. En el camino me liberé de las presiones trate de ir encontrando mi ritmo de caminar que resulto muy inferior (3.6 km/hs)