lunes, 18 de abril de 2016
miércoles, 9 de marzo de 2016
El agua en Cerro de los Pinos
Cuando
el abuelo empezó con la construcción de su casa, sobre la orilla norte del rio
Chimehuin (aproximadamente 300-400 mts.) en 1926 lo primero de lo que se ocupo
fue del agua. El tio abuelo Santiago había construido su casa sobre la orilla
sur habiendo unos 2000 mts.entre casa y casa.
Como
pueden ver en la imagen de Google la provisión de agua se hizo a través de un
canal construido, toma el agua unos 1500 mts aguas arriba del chimehuin en lo
que se llamaba la “bocatoma”, tenía unas compuertas que regulaba el ingreso
según el estado de crecida del rio. El canal pasaba justo a la orilla de la
casa y a unos 100 mts de la misma terminaba en una mini represa que alimentaba
una turbina, que el abuelo había traído de Europa. En sus comienzos hacia
funcionar el molino harinero (estaba todavía en los 60s pero ya no funcionaba
mas), la moledora y prensa para la fabricación de la Chicha (articulo aparte) y
la cierra circular con la que Bon papa cortaba los troncos de álamo para la
leña que luego eran astillado con hacha y guardado en un tinglado, todo muy
prolijo, igual largo y grosor. Esa leña era el combustible para la cocina y
junto al carbón, de las salamandras con que era calefaccionada la casa. Siendo
una de estas (su chimenea al atravesar el techo) la causante de la quema de la
casa en 1978. El abuelo cortaba la leña hasta que el nivel del agua del canal
bajaba tanto que dejaba de funcionar la turbina. Era característico el golpeteo
de la correa plana al girar, tapado intermitentemente por el ruido producido
por los dientes de la cierra circular al hendirse en el tronco… shrrrriiiiiiiii,
plan, plan, plan, shrrrriiiii, plan, plan, plan y asi hasta que se terminaba el
agua y todo volvía al silencio habitual del parque, silencio que tanto valorabamos
y que solo se interrumpía por el graznido típico de las bandurrias o el viento
entre los álamos…
Como
ya describí en relatos anteriores, el canal proveía de agua a la casa mediante
la bombita aspirante-impelente (el Belier) y al canal subterráneo que pasaba
por debajo del baño nuevo.
Además
era la fuente de agua para el riego del parque y la quinta. Les adjunto un
croquis hecho por Therese reconstruyendo lo que era el parque en aquellos años,
mas que croquis es un diseño que incluye todos los detalles, una maravilla.
Para los que lo conocimos es como revivir toda una etapa que nos marcó para
siempre…
La
quinta, que era dominio de Bobonne en su origen, fue continuada y mejorada por
Therese. Los que conocen su huerta actual en Sierra de la Ventana, o gozaron de
la quinta de Amachi en el Dos de Mayo,
podrán imaginarse a una escala 10 veces mayor lo que era la de Cerro de Los Pinos.
Volviendo al tema del riego y reforzado con las imágenes de Google Hear podemos
ver el efecto del agua sobre la vegetación. El actual parque, en el que se ve
la casa de nuestro primo Miguel de Larminat y en el extremo NE lo que era el
establo, me sorprende lo verde que esta del canal hacia el rio (sur) en sentido
de la pendiente. Aunque se modificó en parte la traza del canal (hoy pasaría al
N del lugar donde estaba la casa, la
idea fue aprovechar esa suave pendiente para el riego de árboles, frutales y
huerta. Recuerdo las canaletas que tomaban el agua del canal con dirección N S,
tenían unas compuertas de madera con tablitas que se iban agregando para
retener el agua y así regular su volumen. Al subir el nivel el agua buscaba
salir por los costados en que había canaletas menores que se habilitaban o
clausuraban según que sector se quería regar y la manera de hacerlo era con las
tapas circulares de latas de dulce de batata o membrillo. Estas se clavaban en
la tierra cortando el paso del agua.
Hay
que ubicarse en la época, 100 años atrás, el aprovechamiento gravitacional del
agua para el consumo, generación de energía o riego, fue diseñado y llevado a
cabo por Bonpapa lo cual me asombra y maravilla. Es cierto que era ingeniero lo
cual le debe de haber ayudado mucho, pero siempre lo vi como un gran observador
de la naturaleza y luego con su paciencia y perseverancia la fue guiando y
acompañando. Sin violentarla, ni apurarla, pero nunca claudicando en sus
intentos de modificarla. Me preguntaba, en aquellos años, como el Abuelo había
hecho para hacer “subir” el agua desde el río hasta la casa a través del canal?
Lo
veíamos pasar con su azada al hombro y su gran paso “elástico”, rumbo a la
bocatoma para limpiar, modificar o corregir el canal. Lo mismo que el camino de
acceso a la casa, había unos 1000 mts desde la ruta hasta el puente negro sobre
el Chimehuin y de allí unos 5000 mts hasta la casa. Cuando al pasar con su Jeep
detectaba un poso, un piedra suelta o algún otro problema, iba luego
pacientemente con su azada y hacia lo arreglos correspondientes para solucionar
el inconveniente.
Así
como el río Chimehuin traía sus grandes beneficios para facilitar la vida en
Cerro de los Pinos, tales como: la solución al tema del agua, la belleza de su
paisaje, la pesca de sus famosas truchas marrones, los baños en verano en las hoyas
que se formaba en el brazo chico, las horas que pasábamos haciendo diques con
los cantos rodados que cubrían su lecho, o juntando cangrejos, sin olvidarme de
los “picniques al rio” donde nos llevaban. Respecto a la pesca, reconozco que me faltaba,
a esa edad, la mínima paciencia como para disfrutar de la misma. Nunca pesque
nada en el Chimehuin, mi último recuerdo se remonta a una vez que fui con mi
equipo completo, caña, reel, cucharita y…..el rifle 22!!!! Estaba tan arto de
tirar la línea y, por la transparencia del agua, ver la trucha dando vueltas alrededor
de la cucharita sin morder el anzuelo y peor aún imaginándomela burlarse de mi,
que agarre el 22 y le descargue todo un cargador!!! Por supuesto la trucha ni
se enteró de mi intento de asesinato…y gracias a Dios el abuelo tampoco.
Como
les decía el rio también traía sus inconvenientes o limitaciones. La
comunicación y traslado era probablemente lo mas complicado, y sobre todo en
época de crecidas.
Por
muchos años la manera de cruzar el rio que utilizaba el abuelo era con su bote
a remo. Lo manejaba con maestría calculando la deriva según la correntada para
poder llegar al punto de amarre en ambas orillas del brazo principal. Otro
medio era a caballo con sus riesgos ya que si estaba crecido o se le erraba el
paso, el caballo perdía pie y seguía nadando. Muchas veces se podía cruzar con
el carro tirado por bueyes, eso si que era divertido y no libre de emociones!
Las ruedas del carro (de un solo eje) eran muy grandes y el lecho del rio muy
desparejo, con cantos muy grandes que cuando la rueda subía además de
inclinarse peligrosamente el carro, cuando caía uno se imaginaba que el carro
se iba a partir en mil pedazos.
Un
puente fue la solución definitiva para el cruce del río no solo para los
humanos ya que los arreo de una orilla a la otra eran muy frecuentes y el vadeo
a nado implicaba una perdida elevada de cabezas, especialmente los lanares. El
abuelo diseño el primero en 1937 pero en el momento de lanzarlo sobre el río ya
que había sido construido previamente y luego mediante bueyes empujado de una
orilla hacia la otra, un golpe de viento o una falla de cálculo hizo que toque
el agua y se rompa…fue una gran desilusión para el abuelo y de hecho se tardó
muchos años después (1952) para construir el “puente negro” (pintado con brea,
de allí su nombre) que aún existe hoy. Es un puente colgante que se encuentra a
5 km.río arriba de la casa. Es todo de madera y muy angosto, justo el ancho del
Jeep. Cruzarlo era una odisea y además el abuelo le daba un toque dramático
divirtiéndose mucho con nuestras reacciones. Tenía una parte fija apoyando
sobre pilares de material, que cubría la parte del lecho normalmente seca, y
otra parte colgante sostenida por grueso cables de acero que cruzaba la parte
de agua muy correntosa y profunda. En esos años se había perdido un pescador
conocido de la familia (había puesto el nombre pero mi correctora sobre la veracidad
de mis dichos, la tía Therese, me lo bocho…cuando lo recuerde lo agregaré) al
tiempo los equipos de búsqueda encontraron su cuerpo enganchado en los riscos
de la orilla del rio. Esa historia me había impresionado mucho, se contaba que
probablemente había sufrido un ataque pescando y varios días después apareció,
arrastrado por la corriente, su cuerpo bajo el puente… Historias de este tipo y
la puesta en escena del abuelo al cruzar le dieron gran trascendencia, en mi
vida, al puente. Cuando el Jeep subía al puente había que quedarse en silencio
y con cara muy seria el abuelo cruzaba a paso de hombre la parte colgante, bajo
el peso del jeep las maderas crujían y parecía que todo se venía abajo, el
ruido de la correntada del agua debajo nuestro le agregaba una cuota de
dramatismo al momento que vivíamos. Ya en la parte fija del puente volvía la
cara sonriente del abuelo, aceleraba el motor y ya cuando bajábamos al camino
con el ruido característico de las ruedas hundiéndose en el pedregullo,
volvíamos a relajarnos… Otro momento de gran suspenso en ese trayecto hasta la
casa era la “subida de la cuesta”, en un lugar del camino había una pendiente
que ante nuestra inocencia y la gran actuación del abuelo y su jeep, se
transformaba en otro momento de tensión que acrecentaba nuestra admiración
hacia Bonpapa. Tomaba envión haciéndonos creer que probablemente no llegaríamos
a la “cumbre” a menos que todos colaborásemos y la manera de “colaborar” era,
todos juntos, hamacarnos de adelante hacia atrás como aliviándole peso al motor
para así poder llegar hasta arriba…el chiste no terminaba allí! Una vez en la
cumbre el abuelo cortaba el motor y soltaba el jeep en lo que nos parecía una
bajada espectacular donde el jeep tomaba gran velocidad (probablemente no más
de 50 km/hs!), las emociones no terminaban allí ya que al final de la pendiente
habían dos Álamos que formaban como un arco por donde pasaba el camino y el
abuelo nos hacía apuestas para ver si pasaríamos por el medio o le erraríamos y nos
incrustaríamos en uno de los dos álamos, que además eran enormes…y estaban
pegados al borde del camino lo cual lo hacía parecer como más angosto.
Otro
tema era el agua caliente, pared de por medio con la cocina estaba el baño
principal. El agua se calentaba mediante una serpentina que había alrededor del
quemador de la cocina a leña. Había un tanquecito intermediario encima de la
cocina que era el que suministraba el agua al baño.
No
había pasillos en la casa, excepción del que comunicaba la cocina con el
comedor (donde se guardaba el pan), las demás habitaciones se comunicaban entre
si o tenían salida al exterior. Esto hace que por ejemplo del cuarto de los
abuelos para ir al baño principal, había que cruzar el living y hall de entrada
o vestíbulo. La prioridad del turno para el baño era para el abuelo y cuando
salía iba anunciando a viva vos y envuelto en su bata blanca: “baaaaño,
baaaaño…” con lo que sabíamos que quedaba libre y nos tocaba a nosotros. Ya
cuando nos bañábamos solo nos repartíamos en el baño nuevo, sino una bañadera
se usaba para “lavar” 4 o 5 enanos. Tradición que perdura en la historia
familiar, quien no recuerda haber pasado por los famosos baños en “agua de
mono”?
Uno
de los problemas que recuerdo era cuando se pinchaba la serpentina de la cocina
a leña. Con el tiempo y al llenar de leña el quemador los caños de la
serpentina, algo picados y quemados al golpearlos con la leña, se terminaban
pinchando. Conclusión hasta que el abuelo hiciera una nueva serpentina y
cambiara la rota nos quedábamos sin agua caliente, al menos para el baño, ya
que las cocinas económicas tenían un caldero (depósito a continuación del
horno) que servía como para calentar agua para el consumo de la cocina. En esos
casos para bañarnos se calentaba agua en grandes hoyas en un fuego fuera de la
cocina, lo que no nos gustaba mucho ya que siempre venía con “pescaditos
negros” que no era más que algunas cenizas o brasitas…
Acostumbrados
hoy en día a que cuando necesitamos agua el único esfuerzo que debemos hacer es
abrir la canilla sin pensar de donde viene ni como viene, que este relato nos
ayude a valorar y agradecer el agua que tenemos.
lunes, 7 de marzo de 2016
El
pan de Bonpapa
El
desayuno ha pasado a tener suma importancia en mi actual etapa de la vida en
Buenos Aires. Café con leche: todo leche
con Nescafé clásico, jugo de naranja Citric (ese y solo ese!), yugurt Vidacol
(para controlar mi colesterol!), dulce de guindas Masseubes (también
excluyente) este dulce lo adopte ya que cuando lo descubri su sabor me
retrotrajo a mi juventud en Cerro de los pinos. Bobonne y luego Therese lo
hacían dándose el trabajo de sacarles el caroso, cosa que no hacia mama en el
Dos de Mayo…para que dure mas. Es que aunque teníamos buenos dientes, después
de morder dos veces la tostada con una buena capa de dulce, a la tercera nos
cuidábamos muy bien de revisar y apartar los dichosos carosos antes de morder
la tostada.
Volviendo
a mi desayuno hasta hace un tiempo se completaba con tres galletitas Criollitas
tradicionales (las mas chicas), ahora las cambié por dos rodajas de “pan de
campo” tostadas y ese aroma a tostadas junto con el dulce y el café con leche
humeante me volvió a llevar al sur.
Toda
esta introducción fue para contarles mis recuerdos de mi abuelo haciendo el pan
y cocinándolo en el horno de barro. Recuerdo que el tamaño de los panes que
amasaba Bonpapa eran de unos 50 cm y cada rebanada eran fácilmente de 10 x 20
cm. Según me recuerda Therese la fabricación era prácticamente semanal y el abuelo amasaba en una batea de madera
(similar a la de pelar chanchos pero un poco mas chica) una bolsa completa de
harina (no me acuerdo si eran de 30 o 50 Kg) en esa época eran bolsas de
algodón blancas. Cuando trabajaba en el dos de mayo y me ocupaba de hacer las
compras en Pringles (tarea que después paso a hacer Pinnet en su Falcon gris),
las bolsas ya eran de carton y de 50 kg, cosa que complicaba bastante la tarea
ya que tanto para sacarla del baúl del auto como para meterla de punta en el
cofre de la despensa, mas de una vez se agujereaba o directamente se habría la
bolsa con las consecuencias lógicas del desparramo de harina y sin contar el
escándalo que se armaba…
Por
la mañana el horno, que era de gran tamaño, se llenaba de leña. Luego Bonpapa
con su equipo de panadero, todo de blanco, entraba en acción en la cocina.
Parado frente a la batea volcaba su bolsa de harina en la misma, hacía un
agujero en el centro donde ponía el agua y la levadura. Esta consistía en un
trozo de masa que guardaba en un frasco
de la panificación de la semana anterior.
Con
mucha calma, cosa común en Bonpapa! Comenzaba a desmoronar la harina en el agua
dando toda la vuelta al cráter, iba mezclándose la harina con el agua y a
medida que se completaba el proceso el abuelo iba acelerando el ritmo del
amasado. Lo veo, con la meticulosidad que lo caracterizaba, tomando la masa
desde el borde de la batea y hundiéndola en el medio del cráter (centro de la
batea) y así girando por todo el borde hasta completar la vuelta. Cada tanto
cambiaba el sentido de rotación, todo eso a un ritmo que acompañaba cantando.
El proceso se iba acelerando, volaba harina por toda la cocina, Bonpapa ya
transpiraba copiosamente, además de su uniforme blanco tenía una frondosa
cabellera blanca al igual que sus bigotazos, la harina y la transpiración
completaban el aspecto fantasmal cubriendo su cara y brazos de una capa
blanca…Bobonne miraba desde la entrada de la cocina con gesto horrorizada, no
se si por la preocupación de la integridad física de su marido o por el estado
en que iba quedando su cocina!
Terminada
esa etapa Bon papa cubría con una manta la batea y dejaba que la levadura haga
su parte del trabajo y mientras tanto nos íbamos a almorzar. No se que se comía
ese dia ya que la cocina estaba en un estado calamitoso! Antes de almorzar el
abuelo prendía el fuego en el horno, dejando la puerta del mismo abierta y
destapando el agujero que hacía las veces de chimenea para favorecer el tiraje.
Paso
siguiente sobre la mesa de la cocina se ponía una manta, hecha con las bolsas
de harina , y Bon papa iba cortando los panes y colocándolos uno a la par del
otro, separándolos para que no se peguen entre si haciendo un pliegue de la
misma manta.
Consumida
la leña en el horno, Bon papa retiraba todas las brasas con un rastrillo
dejando el piso del horno limpio. Esas brasas se apagaban con agua y pasaban a
ser el carbón que se consumía en las salamandras durante todo el invierno.
Ya
estaba todo listo para la horneada! En esta etapa Bon papa necesitaba un
ayudante, ya que munido de una gran paleta de madera (parecida a un remo), le
iban alcanzando los panes de a uno, los colocaba sobre la paleta y luego con un
cuchillo les hacía una hendidura a lo largo y paso siguiente los iba
depositando en fila en el horno. Tenía un golpecito, que me asombraba, para
descalzar el pan de la paleta al piso del horno. Mas asombro todavía me causaba
verlo, al terminar el proceso de cocción, sacar los panes del horno con la
misma paleta deslizándola debajo de cada pan y también con un golpecito de
experto los dejaba en equilibrio sobre la paleta, retirando del horno sin que
se caigan. De allí a un gran canasto y los colocaba en una especie de
biblioteca, paraditos uno contra otro como si fuesen libros. Esta estaba detrás
de la puerta de la cocina en un pasillo que unía cocina con comedor.
Esta
demás decir que fue el pan mas rico que recuerdo haber comido! Por la mañana
cuando nos despertábamos se sentía subir desde la cocina el aroma del pan
recién tostado y luego sentado en la mesa del comedor y después de haber untado
la rebanada de pan con una gruesa capa de manteca casera y desparramando encima
el dulce de guinda, llegaba el momento sublime de hincarle el diente…no era
fácil ya que la manteca derretida sobre el pan caliente chorreaba por los
grandes agujeros que había provocaba la
levadura en el pan… Mi desayuno actual no le llega ni a los tobillos pero tiene
de bueno retrotraerme a aquellos buenos tiempos y esto es mas que suficiente.
sábado, 20 de febrero de 2016
domingo, 14 de febrero de 2016
Le
poulailler
El
gallinero de Cerro de los Pinos era uno de los puntos de atracción y
aprendizaje que enriquecieron mi infancia. Se encontraba a unos 300 mts de la
casa y todo los días por la tarde íbamos en patota a buscar los huevos y
llevarles el alimento. Digo en patota ya que como verán no era trabajo para uno
solo y requería de toda una logística para poder volver a la casa sanos y salvo
y con la misión cumplida.
Además
de la canasta para los huevos llevábamos los “broc” con el alimento. Eran unas
jarras grandes de metal enlozado que en su primera etapa servían para los
lavatorios instalados en cada cuarto, una jarra y una gran palangana en la que
supuestamente nos lavábamos la cara a la mañana al levantarnos. Digo
supuestamente ya que estando el agua tan fría lo que solíamos hacer era mojar,
simbólicamente, dos dedos y pasárnoslo por los ojos. Junto al equipo de lavado
había un balde con tapa que tenía como finalidad invitarnos (bajo amenazas de
terribles castigos…) a no hacernos en la cama. Conclusión: todas las mañana
había un colchón en cada ventana secándose al sol… No es que hubiese mala
voluntad de nuestra parte aunque algunos es cierto dormían tan profundamente
que inevitablemente se despertaban empapados a menos que una enérgica mano lo
sacara de la cama y lo parara frente al balde. Otros nos despertábamos pero
hacía tanto frio que apenas asomábamos la nariz de debajo de las frazadas se
nos congelaba el cuerpo y no podíamos salir de la cama así que no había otra
solución que… Para colmo la tía Pinette, que solía acostarnos y apagar los
faroles a kerosene, tenía una muy linda costumbre de envolvernos en la cama
metiendo la frazada de ambos lados bien debajo del colchón, que además eran de
lana y finitos y con los elásticos de alambres con resorte hacían una cueva de
la cual era imposible salir por lo apretados que quedábamos bajo la montaña de
frazadas y mantas.
Volviendo
a los “broc”, estos terminaban su vida, luego de su noble misión de
contenedores de las gélidas aguas a servir para llevar el alimento a las
gallinas. Es que recordaran los que vivieron estas lindas épocas que nada se
tiraba sino que se les cambiaban el huso. Estos enlozados con el tiempo se iban
cachando y donde se saltaba el esmalte se oxidaban y al final se agujereaban.
Una
vez en la entrada del gallinero nos dividíamos en dos equipos el primero debía
enfrentar una horda de aves famélicas que ya , cuando nos divisaban a lo lejos,
se apiñaban en la puerta de entrada. El mas valiente ingresaba con el broc lleno de Vitozan (nombre comercial del
balanceado en forma de pelets) y repartía en una larga hilera un chorro de
alimento directamente en el piso. Iba acompañado por un par de voluntarios munidos
de palos para espantar las gallinas y evitar así el picoteo de los talones del repartidor por
parte de las aves famélicas…. Mientras se realizaba esta operatoria distractiva
de las aves en cuestión, otro grupo, generalmente dos, corrían raudamente con
la canasta hacia las casillas de las ponedoras.
Estas
casillas eran realmente unas casas de madera montadas sobre pilotes, con techo
a dos aguas una puertita con una rampa al frente para las gallinas y otra mas
grande con escalera en el contrafrente para el operario de turno. Mientras el
canastero juntaba los huevos de cada cajón el ayudante cerraba las puertas para
evitar que ingrese alguna gallina celosa de sus huevos o un gallo vigilante. En
las casitas además de los cajones para las ponedoras, que normalmente debían
estar vacíos (solo los huevos…) ya que las ocupantes debían estar comiendo, sin
embargo siempre había alguna clueca fuera de época que nos impedía a picotazos
que le saquemos los supuestos huevos a empollar, si podíamos la levantábamos suavemente
de la cola y con un ágil movimiento la reboleábamos contra la pared opuesta
(generalmente nos quedábamos con las plumas en las manos…y la pseudo-clueca en
el nido!) para que nos de tiempo de juntar los huevos antes que vuelva furiosa
a su noble tarea. Pero generalmente la dejábamos en paz y que se arregle al que
le tocaba la juntada al día siguiente.
Como
les decía, además de los cajones como las casas también servían de dormideros estaban
los famosos “palos de gallinero” que servían de percheros y donde dormían las susodichas
aves que para no perder su lugar en los mismos, hacían allí todas sus
necesidades, de allí proviene el famoso dicho de “crotté comme perchoir de
poulailler”! (queda mas elegante en Francés que la versión criolla) Así como las supuestas cluecas, siempre
quedaba alguna gallina dormilona siesteando en vez de estar comiendo con sus
compañeras y se le ocurría hacer sus necesidades justo cuando estábamos debajo
de ella realizando nuestro sacrificado trabajo. Conclusión… nos llevábamos casi
siempre un regalo pegado en el pelo.
Al
terminar la juntada debíamos salir a gran velocidad hacia la salida del
gallinero, en lo posible debía ser 5” antes de que se termine la repartida de
alimento para evitar un ataque masivo, aunque con el buche lleno las aves
guerrera perdían mucha de su agilidad… Llegar a salvo a terreno
seguro…llegábamos, los que sufrían las consecuencias de la corrida eran…los
huevos ya que algunos quedaban algo averiados y otros hasta se escapaban de la
canasta con las consecuencias lógicas de tamaña osadía!
Había
un corral al que ni intentábamos entrar! y le tirábamos el alimento a través
del tejido. Era el de los pollos de consumo que, previo a su engorde final en
unas jaulas de confinamiento para que no quemen energía, vivian en libertad en
su corral, con una única ley que era la supervivencia del mas fuerte. Le
teníamos pánico ya que a diferencia de los doble pechuga que conocemos hoy,
estos eran de gran tamaño aunque pura pata y cogote, edad adolecentes a
maduritos (ya eran gallitos), se peleaban entre ellos como si fuesen hermanos y
dos por tres aparecía alguno mal herido en un rincón. Todo esto se debía a que
por un lado tenían una genética de supervivencia, mas que productiva (por las
duras condiciones climáticas) y por otro cuando había que elegir quienes debían
de ir a la jaula de confinamiento siempre caían los mas chiquitos, débiles y
lentos (eran los mas fáciles de agarrar!). Por eso al final de las vacaciones
quedaban siempre los mas grandotes y fuertes que pasaban a engrosar las filas
de los gallos de reproducción…
Terminada
la hazaña nos reencontrábamos fuera del gallinero y mientras volvíamos
contándonos los detalles de lo vivido hacíamos un desvío a lo guindos para
reponer las energías gastadas. Mas de una vez nos concentrábamos tanto en esta
nueva actividad que al abandonar el lugar quedaba el Bro vacio y la canasta
llena debajo de los guindos…
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