CAMINO FRANCÉS (inconcluso)
Cuando salí de Buenos Aires tenía bastante claro el porqué de
mi aventura, era un desafío personal por llegar a Santiago de Compostela
caminando los setecientos ochenta km desde Saint Jean pied de port por el
Camino Francés y para ello contaba con 40 días. Todos mis preparativos previos
apuntaban a ese objetivo, estudio del itinerario por internet, distintas
entrevistas con gente que ya lo habían hecho, preparación física con largas
caminatas, chequeos médicos varios como prevención y selección de equipo y
armado de mochila.
Mi preocupación estaba en no tener muy claro el para que
quería alcanzar esta meta, así que confié en Dios que me lo haría ver en el
camino.
Ya al décimo día de andar comprobé que mi ritmo de marcha no
era de veinticuatro km/hs, como tenía planificado, sino de alrededor de veinte;
con lo cual no me alcanzaría el tiempo con el que contaba para llegar a
Santiago. Simultáneamente se me iba revelando el para que de mi camino. El
cambio de objetivo no implico resignación alguna sino la simple aceptación de
la realidad, una nueva realidad.
En una cuesta bastante empinada tuve la sorpresa de alcanzar
un peregrino, era un ciclista…si, si un ciclista! Debe de haber sido la única
persona que alcance en todo mi itinerario, ya que los demás normalmente me
alcanzaban y luego de intercambiar unas palabras seguían su ruta revolviéndome
a mi solitud. Este había tenido que bajarse de su bici y empujarla hasta vencer
la cuesta, por eso lo alcance. Hacía dos meses que había salido y tenía tres
meses por delante hasta llegar a Jerusalén, todo eso como agradecimiento por
haber conseguido, su mujer, luego de una larga enfermedad su jubilación. Fue el
que me presto la frase “el camino te habla” de la que me apropie ya que
graficaba mi primer descubrimiento.
Luego la completé con: “Dios me habla a través del camino de la vida y
tengo que aprender a escucharlo”.
Entre mis objetivos al salir estaba el de aprovechar mi larga
estadía para hacer un poco de turismo gastronómico, al igual que de vez en
cuando cambiar mi cucheta de albergue por una habitación de hotel con baño
privado.
Aunque
durante el día estaba solo, al llegar al albergue al terminar cada etapa y
especialmente a la hora de la comida era normal sociabilizar y particularmente
con los de idioma afín. En mi caso no era común que se repita un encuentro ya
que era poco probable coincidir en el mismo pueblo y en el mismo albergue
después de una etapa. Sin embargo con un grupo de Españoles nos volvimos a
encontrar en dos lugares y uno de ellos nos invitó a una recorrida de
tascas en Pamplona para comer los mejores pinchos de España. Era un consultor
en políticas sanitarias, había sido contratado, en el 2003, por el gobierno de
los K para un plan sanitario en el gran BsAs, después de varios viajes a CABA
se le pago el proyecto pero nunca más se lo consulto ni se aplicó. Quedamos en
encontrarnos en Pamplona unos días después para nuestro tour gastronómico.
Era bastante común al acercarse a algún centro poblado
encontrarse con una casilla rodante o simplemente un auto a la orilla del
camino donde un habitante del lugar se instalaba todos los días a despachar
bebidas y comestibles. Llego unos kilómetros antes de Estella, poblado anterior
a Pamplona, y me encuentro con uno de esos bar-móvil, así que paro a tomar
algo. Una mujer había parado un rato antes ya que se sentía mal, después de un
rato de descanso y visto que no se recuperaba, nuestro anfitrión nos indica que
Estella estaba a unos cuatro kilómetros así que decido acompañar a mi compañera
de ruta. Wina es Holandesa y hace diez años, mientras vivía y era profesora de
Inglés en Londres, fue operada de un tumor cerebral que la dejo paralítica de
la mitad del cuerpo. Se recuperó pero le dejo algunas secuelas entre ellas perdidas
momentáneas de memoria, tal es asi que tuvo que abandonar su profesión por
olvidarse las clases que preparaba de un día para otro. Ahora viviendo con su
familia en el norte de Italia, sintió la necesidad de hacer el Camino, sin
ninguna experiencia ni preparación, para agradecer a la vida, ya que no tiene
Fe, cada día en que se puede levantar. De Estella a Pamplona tenía cinco
kilómetros mas y al paso que iba llegamos tarde así que me quedé también en el
albergue de Estella. Conclusión me perdí los pinchos de Pamplona!
Al día
siguiente mi amiga Wina me dice que aunque se siente mejor yo siga mi camino ya
que pensaba seguir a su ritmo e ir parando seguido. Cuando entro a Pamplona, a
eso de las ocho de la mañana, me encuentro con uno de mis casi compañero del
tour gastronómico de la noche anterior, sentado en el cordón de la vereda con
un vaso de café en una mano y un habano entre los dedos de la otra, muerto de
risa pero completamente fuera de combate e incapaz, al menos en este día, de
dar un paso…
Quince días antes de salir de Buenos Aires falleció mi cuñado
Stephan que me había animado mucho a hacer el Camino, días antes de dejarnos. Lo
había puesto como mediador y que me proteja durante mi peregrinar. Estoy seguro
que fue el que cruzo en mi camino a Wina para evitarme las consecuencias de los
pinchos y sobre todo del buen vino que los debía de acompañar…
Una semana después me la volví a encontrar a Wina, varios
kilómetros mas lejos, repuesta y siempre rumbo a Santiago.
El disfrute de los placeres culinarios y los buenos hoteles,
sin proponérmelo, habían pasado a segundo plano ante los descubrimientos y
cambios que iba haciendo a medida que avanzaba.
El planteo que me hacía en mi casi año de preparación, si
viajar solo o acompañado, rápidamente se me fue aclarando. Por un lado prefería
solo ya que ante el desconocimiento de lo que me esperaba supuse que me sentiría
mas libre y menos condicionado ante los acontecimientos y decisiones a tomar.
Tampoco es una decisión fácil de tomar ya que son muchos días, recursos
económicos, preparación física, en pocas palabras una cierta dosis de
inconsciencia o confianza en que Dios proveerá.
Llegue esa tarde del 13 de mayo a Vilorio de Rioja y ya en el
albergo después de una ducha componedora me disponía a degustar de un super
sándwich de jamón y la inseparable pinta cuando me encontré desparramado en el
suelo con la ceja partida y lo mas grave mis anteojos hecho añicos, gracias a
Dios las lentes se salvaron. Supongo que la causa de mi caída fue una baja de
presión. A la noche, después de una suculenta paella la dueña me ofrece un par
de anteojos que un peregrino se había olvidado hacia unos días. Tres días
después habiendo caminado unos 60 km. llego a Burgos, primer lugar donde podría
encontrar una Óptica, entro por la calle del peregrino, prolijamente señalizada
con las características conchas de bronce incrustadas en las veredas o pintadas
de amarillo sobre las paredes. Llego hasta el centro y Ho sorpresa! Una óptica.
Denos 24 horas y se los dejamos en condiciones para llegar a Buenos Aires y
allí cambiarlos. Salgo y de un edificio de enfrente sale una chica y me
pregunta si buscaba alojamiento. En otro lugar y momento hubiese atribuido todo
al azar.
En definitiva, y a pesar de haber partido de Buenos Aires
solo con mi mochila y mis sueños, siempre me sentí acompañado sea para pedir
ayuda a otro, como para compartir mis vivencias o también ofrecer mi ayuda a
algún peregrino perdido o con problemas con el idioma.
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