jueves, 20 de junio de 2013

GANDHI



Mahatma Gandhi – Autobiografía

Historias de mis experiencias con la Verdad

Pocos personajes históricos despiertan un interés tan universal como este extraordinario caudillo de la paz, que fue llamado Mahatma (“Alma Grande”) Gandhi, líder del movimiento nacionalista de India y organizador de la resistencia civil contra la dominación inglesa.
Es sin lugar a dudas el profeta de una vida liberada que extiende su ascendiente sobre millones de seres humanos de todo el mundo en razón de su heroísmo, excepcionales virtudes y por su vida ejemplar.
Siempre habrá alguien que encontrará en tan raro ejemplo de santidad la señal de una fortaleza y una severa realidad que no se encuentran en una vida de común benevolencia, moralidad convencional y vaga afectación ascética, que es todo cuanto muchos maestros pueden ofrecer.
Nacido en Porbandar en 1869, de familia humilde, se licenció en Derecho y sufrió diversas condenas por sus campañas políticas. En 1931 representó a la India en la Conferencia de la Tabla Redonda, celebrada en Londres. Fue asesinado en 1948, después de padecer innumerables persecuciones. Frente al lenguaje de las armas, su pacífico temple utilizó tan sólo una rueca para hilar.
Su figura, agrandada por el discurrir del tiempo, es reflejo de una gran voluntad, un fino y estricto sentido de la justicia y la libertad, que, cual perfume que embriaga, se descubre y admira a lo largo de las densas páginas de ésta su Autobiografía.
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“Quien busque la verdad debe ser tan humilde como el polvo. El mundo aplasta al polvo bajo sus pies; pero el que busca la verdad ha de ser tan humilde que incluso el polvo pueda aplastarlo. Sólo entonces, y nada más que entonces, obtendrá los primeros vislumbres de la verdad.
Si algo de lo que escribo en estas páginas choca al lector como expresiones contaminantes de orgullo, entonces debe presumir que hay algo erróneo en mi búsqueda y que mis vislumbres de la verdad no son más que espejismos.
Que perezcan cientos como yo, pero que perviva la verdad”
Gandhi
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CONCLUSIÓN
Estoy cada vez más convencido de que la naturaleza humana es más o menos la misma, cualquiera que sean los climas en donde florezca, y si te diriges a las gentes con afecto y confianza, se te devolverán ese afecto y esa confianza multiplicados por mil.
Yo sé que muchos se llaman artistas y son reconocidos como tales, y, sin embargo, en su trabajo no hay trazas de la elevación e inquietud del alma. Pienso que puedo prescindir enteramente de las formas externas para la realización de mi alma. Hay un poder misterioso e indefinible que impregna todas las cosas. Yo lo siento aunque no lo vea. Es ese poder invisible que se hace sentir, y sin embargo elude toda prueba porque no se asemeja en nada a lo que percibo mediante los sentidos. Creo, literalmente, que ni un tallo de hierba crece o se mueve sin la voluntad de Dios. Él está más cerca de nosotros que la uña de la carne.
Me pregunto si conseguiré dominar mis pasiones. Temo las pugnas venideras y conmigo mismo. ¿Podré alcanzar mi objetivo? Sé que mi camino se halla sembrado de problemas y dificultades y habré de recurrir a los mayores esfuerzos de humildad, en un intento máximo de purificación para que si lo que mi esforzado sentimiento proclama ante el lector que el único medio para la realización de la Verdad es ahimsa (No-violencia), tendré que aceptar que todo mi trabajo al escribir estos capítulos ha sido vano. Y si mis esfuerzos en este sentido no han de rendir sus frutos, sepa el lector que esto prueba que el instrumento es falso, y no el gran principio. Después de todo, por más sincera, que hayan sido mis búsquedas de ahimsa no dejaron de ser imperfectas e inadecuadas. Los chispazos de verdad que he podido entrever y transmitir, apenas si pueden expresar la luz maravillosa que emerge de la Verdad, un millón de veces más intensa que la del sol que diariamente ven nuestros ojos. Pero lo poco que he obtenido, bien puedo decirlo, es un resultado de todas mis experiencias, que me han indicado que una visión perfecta de la Verdad únicamente puede responder a una realización completa de ahimsa.
Para contemplar cara a cara al Espíritu de la Verdad, uno debe ser capaz de amar la menor expresión de la creación como a uno mismo. Y un hombre que aspira a eso, no puede permanecer fuera de cualquier manifestación de la vida. Por ello, mi devoción a la Verdad me llevó al campo de la política; y puedo afirmar sin el menor asomo de duda, y por supuesto con toda humildad, que aquellos que sostienen que la religión nada tiene que ver con la política, no conocen el significado de la religión.
La identificación con todo lo que vive, es imposible sin una autopurificación; sin autopurificación la observancia de la ley de ahimsa no resulta más que un sueño vacío; Dios nunca puede ser comprendido por quien no es puro de corazón. Autopurificación, por lo tanto, debe implicar una purificación en todos los aspectos de la vida. Y la purificación de uno debe, necesariamente, llevar a la purificación de quienes lo rodean.
Pero el camino de la autopurificación es difícil y pausado. Para alcanzar la perfecta pureza, es necesario liberar totalmente de los elementos pasionales el pensamiento, la palabra y la acción; estar por encima de opuestos como odio y amor, atracción y repulsión. No ignoro que aún no he alcanzado esa triple pureza, a pesar de que constantemente vivo buscándola. Se me ocurre que el dominio de las más sutiles pasiones y deseos, resulta más difícil que la conquista del mundo por la fuerza de las armas. Desde mi regreso a la India he tenido experiencias con las pasiones que duermen en mí. El comprobar esto me ha humillado, pero no vencido.
Las experiencias realizadas me han sostenido y llenado de felicidad. Pero sé que aún tengo ante mí un camino lleno de dificultades. Debo reducirme a cero. Hasta tanto un hombre, por propia voluntad, no se considere el último entre las otras criaturas, no hay salvación para él. Ahimsa es el más lejano límite de la humildad.
Al despedirme del lector, por lo menos por el momento, le ruego que se una a mí en una oración al Dios de la Verdad, para que me permita alcanzar ahimsa en la mente, en la palabra y en la acción.

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